Si Mary Richmond levantara la cabeza diría que no, que café con leche para tod@s no, esta feminista, sufragista, madre del Trabajo Social Individualizado y defensora del método sistémico, estaría de acuerdo conmigo en que, en cualquier faceta de la vida a cada persona, empresa, organización, etc., hay que darle el lugar que se merece, teniendo en cuenta todos los factores internos y externos que forman su ecosistema.
Aquí es donde mi cabeza cortocircuita y relaciona múltiples áreas, sectores, personas, profesionales, organizaciones públicas y privadas, imágenes, situaciones, vivencias y conceptos, así que reordeno y, como diría Jack el destripador, vayamos por partes…
En los últimos meses he vivido situaciones muy dispares, personales y profesionales, aunque inevitablemente en mi caso todo es uno, he conocido a muchas y muy diferentes personas, hoy en un momento de reflexión y haciendo limpieza, para mejorar mi perspectiva del presente y del futuro más próximo, creo que la «otredad» y la «empatía» la tenemos bastante relegada y/o confusa en nuestro día a día, y no me excluyo ehhh…
Otredad es un término utilizado en ciencias sociales, que básicamente trata el reconocimiento de la otra persona como diferente, esto lejos de estigmatizar y discriminar es una riqueza que nos puede ayudar a crecer.
La empatía, concepto casi prostituido en estos tiempos, es un paso más de la otredad, «ponernos en los zapatos ajenos».
Pues bien, relacionando todo esto con el entorno laboral y empresarial mis conclusiones son, que no se puede dar café con leche a tod@s, sobre todo:
- A nuestro target cuando buscamos empleo.
- A candidatos y candidatas cuando somos empresa pública o privada y seleccionamos personal.
- A nuestra clientela cuando somos freelance.
- A nuestra clientela interna y externa cuando somos empresa privada o pública.
Independientemente del entorno, no se puede ofrecer el mismo café a todas las personas que nos rodean.
Veámoslo desde otro punto de vista, cada persona se siente única y diferente al resto de personas, o no? En tal caso ¿Por qué nos empeñamos a veces en despersonalizar nuestra forma de interrelacionarnos?
Me refiero a ese fenómeno que hace que nos paremos en cualquier comercio y por «simple atracción» elijamos un producto en vez de otro, cuando aparentemente ofrecen lo mismo, pero algo los diferencia…
Pues si no tratamos a los productos igual, no lo hagamos con las personas, escuchemos y diferenciemos, cada persona tiene unas circunstancias, experiencias, criterios, inquietudes, aspiraciones y objetivos diferentes y por tanto algo que ofrecernos totalmente distinto a lo que nos ofrecen otras personas…
Desde mi punto de vista, tenemos que hacernos un propósito y es, ordenar, es decir, poner a cada persona u organización en el lugar que le corresponde y ofrecerle aquello que merece y necesita, porque la energía, los recursos y el tiempo es limitado y no está la cosa para ir derrochando 😉
Pero esta cuestión es un arma de doble filo y tenemos que hilar muy fino para no otorgar PODER a quienes no deben poseerlo, voy más allá ¿qué efecto produce y cómo nos afecta el poder que concedemos? Recordemos el Efecto Pigmalión
Nuestros actos tienen siempre una consecuencia, externa e interna, y no, no debemos dar café con leche sin distinción, además, tenemos que acertar en el tipo de café que damos, no vaya a ser que ofrezcamos uno de tercera a una persona de primera y viceversa, recordemos, ORDEN!
Tenemos el poder de dar y el poder de decidir, de no derrochar nuestros recursos y de actuar desde la responsabilidad, el respeto a un@ mism@ y l@s demás diferenciando y aplicando la otredad y la empatía en la gestión de nuestras relaciones, administrando adecuadamente el PODER que tenemos y el PODER que otorgamos.
Tenemos superpoderes, así que habrá que aprovecharlos para hacer/nos el bien!!
Un comentario sobre “El poder del café con leche”